Musicoterapia

Existen muchas definiciones de musicoterapia, formuladas por musicoterapeutas que han contribuido al desarrollo de esta disciplina, creando modelos específicos y métodos de trabajo:

En estas tres definiciones se hace referencia a 4 elementos fundamentales de la musicoterapia: la relación terapéutica, el proceso, la presencia de un musicoterapeuta y de la música.

Cuando hablamos de musicoterapia tenemos que recordar que:

• La producción musical no tiene un fin estético, sino que es utilizada como agente de cambio que favorece el logro de objetivos terapéuticos.
• La musicoterapia no es una terapia alternativa, no es algo mágico ni cura enfermedades. Es una disciplina con fundamentos científicos relacionada con la música (psicología de la música, biología del sonido, educación musical) y las ciencias de la salud.
• El profesional que aplica la musicoterapia debe ser un musicoterapeuta titulado, que haya realizado una formación universitaria (carrera o máster), con prácticas supervisadas.
• No existe una música “para todos”, con propiedades especiales o universales. Cada persona es única, tiene sus gustos musicales, su cultura y su historia sonora. Con esto trabajamos para desarrollar el potencial del individuo y mejorar su calidad de vida.

Entre sus campos de aplicación destacan:

• Salud mental
• Trastornos del desarrollo
• Educación Especial
• Parálisis cerebral
• Musicoterapia hospitalaria
• Trastornos del lenguaje
• Déficits sensoriales (sordera, ceguera)
• Enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer, Parkinson, Esclerosis Múltiple)
• Fibromialgia
• Oncología
• Rehabilitación e inclusión social
• Musicoterapia preventiva (embarazo, desarrollo personal)
• Atención temprana

Las herramientas utilizadas por el musicoterapeuta entran en la planificación del proceso terapéutico, y serán elegidas en base a los objetivos a trabajar, a las características personales del destinatario y del problema a tratar.  Las sesiones buscan fomentar la participación activa de la persona y estimular su iniciativa. En suma, el participante es parte activa y creativa del proceso terapéutico en cada momento.

El cuerpo es el elemento más importante que se utiliza para entrar en contacto con el otro, tanto del musicoterapeuta, como del destinatario. El cuerpo es un instrumento musical que ofrece una incre gama de sonidos, tanto a nivel melódico como rítmico. A través del cuerpo exploramos el espacio que nos rodea, definimos los límites con el mundo externo y comunicamos nuestro estado de ánimo. Por esta razón observar e interpretar el lenguaje corporal y la proxémica es una de las tareas fundamentales del musicoterapeuta. Dentro del cuerpo la voz cobra fundamental importancia en la expresión de necesidades y sentimientos, a través de las variaciones prosódicas.

La danza y el movimiento corporal, son algunas de las actividades que se realizan durante las sesiones, y que favorecen, entre otras cosas, la expresión de los estados de ánimo y la relación con los demás.

Los Instrumentos musicales nunca faltan en una sesión de musicoterapia: instrumentos de pequeña y grande percusión, de cuerdas, de viento, teclados, clásicos, étnicos, o hechos con materiales desechables. No hacen falta conocimientos musicales para tocarlos: será el instinto y la curiosidad que guiarán al ejecutor, que elegirá los que más le gustan y será acompañado por el musicoterapeuta.

Las canciones que cantamos son las que le gustan al participante, que son significativas para él y pertenecen a su historia sonora. Por eso, antes de empezar el proceso terapéutico, se confecciona una ficha musicoterapéutica, que resume los gustos musicales del destinatario/a, y su historia sonora.

La audición de música seleccionada es una técnica que se utiliza en musicoterapia receptiva. El musicoterapeuta elige temas musicales que responden a los gustos del paciente, o que tienen una estructura melódica/rítmica/armónica adecuada a los objetivos planteados.