Cómo expliqué en la primera parte del post , el lenguaje y la música comparten muchos aspectos, y la segunda permite estimular algunas de las funciones ejecutivas necesarias para organizar y elaborar el primero, tales cómo: la memoria fonológica, la atención auditiva, la planificación, la toma de decisiones y la flexibilidad.
El profesor Aniruddh D. Patel, en su libro “la música, el lenguaje y el cerebro”, afirma que ambos dominios se basan en categorías sonoras aprendidas. Está demostrado que tanto la música cómo el lenguaje inducen procesos de plasticidad neuronal, o sea cambios estructurales y funcionales en el cerebro, producidos por la experiencia.
A. es una niña de 4 años y medio, que presenta dificultades lingüísticas en los aspectos fonológicos y morfo-sintácticos. Al mismo tiempo, A. tiene una intensa intencionalidad comunicativa y le encanta toda actividad relacionada con la música y los sonidos. La niña es atendida por una logopeda, además los padres decidieron probar con la musicoterapia porque, me dijeron, “a la niña le encanta la música y cuando canta una canción, su pronunciación mejora bastante”.
Esto resultó ser cierto con algunas canciones, sin embargo, con otras que tienen una letra más compleja o palabras que no conoce, A. canta emitiendo sonidos que se parecen a las palabras, sin llegar a pronunciarlas.
Cuando empezamos a cantar algunas de sus canciones favoritas utilizando dibujos, la niña pudo aprender que cada una de las palabras que estaba cantando se refería a algo real. Esto ha marcado un cambio importante en su procesamiento de la información, y practicando las palabras más complejas a través del pulso y de las variaciones tonales, su pronunciación ha mejorado sensiblemente.
Otro aspecto que pude observar, es que a veces A. no contesta a mis preguntas o consignas, cambiando de tema o intentando “dirigir” la actividad. Esta actitud se debe a una dificultad de comprensión que es muy frecuente en niños que padecen TEL. La necesidad de control es una respuesta natural frente a la incertidumbre generada por la inseguridad: al no comprender el contenido de un mensaje verbal, es posible que se generen una serie de actitudes infantiles, que desde fuera son vistas como inadecuadas o desafiantes.
Por eso es tan importante reforzar positivamente sus logros y explicar las consignas de formas diferentes, mejor aún si es con apoyos visuales y mostrándole cómo realizarlas.
Los juegos con la voz
Durante las sesiones jugamos mucho con la voz, emitiéndola en diferentes alturas, timbres y con glisandos. Modular la voz es una de las actividades que más conecta la niña con aspectos fundamentales del lenguaje hablado, ya que la ayuda a percibir la entonación de las palabras en el contexto y, por ende, con el significado del mensaje.
Otra herramienta muy eficaz para entrenar la voz son los juegos que incluyen elementos de la naturaleza, como los animales o los fenómenos atmosféricos, ya que permiten jugar con las onomatopeyas, que tienen entre sus beneficios estimular la musculatura orofacial y entrenar las cuerdas vocales.
A continuación podéis escuchar un ejemplo de ejercicio vocal. El juego consiste en cantar el estribillo de la canción “el auto de papá” emitiendo diferentes timbres. Podemos apreciar cómo la niña saca una amplia variedad de posibilidades: una voz aguda, una grave y ronca, y un susurro muy suave. En este momento dejo que ella cante sin preocuparme de la pronunciación de las palabras, que trabajaremos en un segundo momento, ya que mi objetivo es que la niña se sienta segura y confíe en su capacidad creativa y comunicativa.
La importancia del entrenamiento a la escucha
Como mencioné anteriormente, el entrenamiento de la escucha activa es parte esencial del tratamiento del TEL, para afinar la sensibilidad auditiva y aumentar la percepción de los sonidos y de sus matices. Para este fin, utilizar instrumentos musicales con timbres diversos entrena la discriminación auditiva de la niña, y a través de diferentes juegos con dificultades progresivas, ella puede no solo afinar su oído, sino explorar las posibilidades de su voz imitando los diferentes sonidos, y así enriquecer su prosodia. Al mismo tiempo a través de los instrumentos se pueden instaurar diálogos rítmico-sonoros con dinámicas de toma de turnos, que reproducen el esquema de las conversaciones verbales.
Otro aspecto que es importante abordar en casos de TEL es la motricidad y la coordinación. Con A. jugamos a representar el sonido a través del movimiento, marchamos siguiendo un pulso y a diferentes velocidades, marcamos la diferencia entre sonido/silencio a través de movimiento/estatismo.
Se ha demostrado que el desarrollo del movimiento y del lenguaje están estrictamente relacionados ya que las expresiones verbales desde muy temprana edad generalmente van acompañadas de gestos con las manos, brazos o movimientos del cuerpo (Capone y McGregor, 2004).
Cabe recordar que los objetivos tienen que ser personalizados, según las características y las necesidades de cada niño/a, y que estos son solamente algunos ejemplos de cómo abordar el TEL desde la musicoterapia.
Entrenar capacidades y mejorar las habilidades comunicativas es mucho más eficaz cuando se hace a través del juego, de esta forma A. se siente protagonista y creadora en cada momento de su propia comunicación.
Bibliografia:
- «Movimiento y lenguaje: Análisis de las relaciones entre el desarrollo motor y del lenguaje en la infancia». (Luis Miguel Ruiz-Pérez, Aixa Ruiz-Amengual, José Luis Linaza-Iglesias)
- Narbona, Muller: “El lenguaje del niño. Desarrollo normal, evaluación y trastornos”. (Ed. Masson, 2ª edición, 2003
- Aniruddh D. Patel: “Music, language and the brain”. (ED. Oxford University Press, 2010)
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